La historia de siempre, Luis Zapata

Luis Zapata, La historia de siempre, Quimera, Colec. Thélema, Núm., 2, México, 2007, 138 pp. ISBN: 978-970-95563-1-5. Precio: 180 pesos.


Luis Zapata (Chilpancingo, Guerrero, 1951) es narrador, dramaturgo y traductor. Autor de novelas y libros de relatos, como El vampiro de la colonia Roma (1979) y La más fuerte pasión (1995), ambos traducidos al inglés; así como Melodrama (1983, llevada al teatro como La fuerza del amor), De amor es mi negra pena (1983), En jirones (1985), Ese amor que hasta ayer nos quemaba (1987), La hermana secreta de Angélica María (1989), ¿Por qué mejor no nos vamos? (1992), Los postulados del buen golpista (1995), Siete noches junto al mar (1999) y La historia de siempre (2007). Es traductor de varios idiomas y especialista en literatura francesa medieval. De pétalos perennes (1981) fue llevada al cine por Jaime Humberto Hermosillo con el título de Confidencias; y tuvo también dos puestas teatrales (SOGEM) y una emisión radiofónica por entregas (Radio UNAM). Es asimismo autor de obras de teatro y recientemente ha incursionado en la realización cinematográfica: Regalo de cumpleaños, Afectuosamente su comadre y Angélica María frente al mar.

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La historia de siempre es una novela llena de humor en la que Luis Zapata, el afamado autor de la memorable El vampiro de la colonia Roma, se divierte al retratar las manías, fobias e infidelidades de las relaciones humanas y, en particular, en las relaciones de pareja que llevan algún tiempo establecidas, es decir, la misma historia de siempre, la piedra con la que se vuelve a tropezar, la chancla que se vuelve a recoger. Luego de evaluar los absurdos a los que ha llegado su relación con Bernardo, el protagonista de La historia de siempre, Armando, va a un conocido puerto turístico donde se encuentra con los fantasmas de sus amores hipotéticos pero sobre todo con los posibles que lo hacen dudar de su fidelidad hacia Bernardo. Escrita con agilidad y pulcritud, La historia de siempre también es un diálogo franco y abierto con el lector al que, a lo largo de estas páginas hilarantes, Zapata lleva como en un viaje por varios registros y referencias de la cinematografía mundial. En suma, si de algo se trata La historia de siempre es de reírse de las infidelidades de pareja. De hecho, de eso se trata querido, curioso e hipócrita lector.

-Sergio Téllez-Pon

Hay lectores que conocen más: Zapata es también un supremo artífice de la lengua y de la narración, un experimentador y un aventurero constante, un humorista, un ironista endiabladamente inteligente, un lúdico; y su mundo narrativo conoce muchos registros: de la depresión más negra a la risa loca, de la cotidianeidad a los delirios y los sueños, de la meditación a la farsa.

Como podrá apreciar el lector de la reciente La historia de siempre, en Zapata la literatura no es sólo su variado y rico mundo, sino también y sobre todo su expresión verbal y su juego maestro con tramas, episodios y personajes. Un artista verbal y narrativo que sabe embrujar con sus historias, sus laberintos, sus ironías, sus caleidoscopios de minucias cotidianas.

En La historia de siempre ocurren un espectáculo y una reflexión de la vida amorosa y cotidiana, hiladas finalmente, con un verismo minucioso iluminado por su humor y su inteligencia. Los mundos y los caos de los individuos y las parejas, de la realidad diaria y de esas fragilísimas realidades que casi nos parecen evanescentes, irreales, en cuanto comprometen también el recuerdo, el deseo, el anhelo, las reflexiones.

-José Joaquín Blanco, Nexos, agosto de 2007

Con una edición muy cuidada de la joven editorial Quimera, y repleta de los tics narrativos hilarantes de Zapata, en esta novela todo es relativo, de nada estamos seguros, ni el propio narrador parece estarlo, tal vez porque lo que se pretende dilucidar es una cuestión que nadie entiende justo porque quizás todos hemos entendido, con profundidad y desde siempre, que la comprensión de las historias de amor o desamor es inalcanzable y hemos optado por conformarnos con vivirlas sobre la marcha, una vez que estamos inmersos en una de ellas.

Pero La historia de siempre no sólo nos habla de lo que ocurre cuando alguien protagoniza —o antagoniza— una historia de amor sino también de lo que se suscita cuando uno no está ni como personaje principal ni secundario ni de relleno en una historia de esa índole: la soledad, el miedo a perderse de grandes emociones por ser leal a la relación que años atrás comenzó, etc.

-Eduardo Montagner

La historia de siempre es una novela que condensa en unas 138 perfectamente editadas páginas, si no todas, muchas de las inquietudes narrativas, estilísticas, estructurales y temáticas de un autor sin cuya obra no se podría hablar de la literatura mexicana del siglo veinte, de plano –otra vez el clásico (evitemos los guetos, al menos aquí y aquí mi corrector me pregunta cómo se escribe correctamente en español un término nacido de los barrios judíos del Este de Europa –cómo chinga– que me deje hablar en paz con todo y acento gringo y faltas de ortografía).

La novela que presentamos esta noche contiene (como pocas) en su título su esencia, y explora de una manera a la vez deslumbrante y festiva un concepto que, aplicado a la poesía, podría ser considerado borgiano: que las metáforas son un reductio ad absurdum que, por definición, son limitadas, no infinitas. (Sí, aquí saco a lucir mi limitadísimo conocimiento del latín para que mi querido Luis pueda estar seguro de que entendí casi todas las frases en extrañas lenguas –vivas y muertas— que aparecen a lo largo de su cultísima novela). Por asociación genérica (y estética) lo mismo se puede decir de las posibilidades temáticas y narrativas de cualquier relato en prosa que es, inexorablemente, producto de un ars combinatoria (otra vez empleo nuestra antigua lingua franca) que tiene como base una cantidad finita de posibilidades narrativas y temáticas. Si lo que realmente define el arte de la novela (otra vez, si de eso se trata) es la capacidad combinatoria (y narrativa) de su autor, aquí estamos frente a un maestro. Como reconoce el docto narrador al contemplar la naturaleza de su creación literaria: “se puede hacer una comedia romántica gay, o lesbiana, o interracial, o de extraterrestres, de isabelinos, de egipcios, de codependientes, pero siempre será la misma historia.”

-Michael Schuessler

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